RELATO EROTICO "EL RIGOR MILITAR"

 

 El joven Felipe Ramírez estaba iniciando su año de servicio militar. Había sido asignado a un batallón lejos de su ciudad, en una localidad a donde también había sido remitido su amigo de varios años, Jorge González. Hoy Felipe y Jorge se dirigían a la oficina del Teniente Ávila, un hombre con poco menos de 30 años, de un temperamento fuerte y temido por muchos en el ejercito. 

Un hombre al que sus años de entrenamiento físico le habían dotado con un cuerpo firme que se sumaba a la belleza de su serio rostro. Ramírez: Señor, presentes. Dijo Ramírez mientras él y su compañero se asomaban a la puerta de la oficina de Ávila. Ávila: Adelante. Ávila hizo entrar a los muchachos quienes estaban un poco asustados. Habían cometido una falta y sabían que enfrentarían un castigo, es por ello que habían sido citados a la oficina de Ávila en la noche, cuando el resto de sus compañeros se alistaba para dormir. 

Ávila les explico que el tenía que imponer un castigo y la costumbre era emplear una prueba física como hacer push-ups o algo así, por lo tanto, pidió a los muchachos que lo acompañaran al gimnasio del batallón. Antes de salir Ávila tomó un sobre que tenia sobre su escritorio y lo puso en su bolsillo. 

 Los tres caminaron bajo la noche. Todos dormían a esa hora cumpliendo con la estricta disciplina militar, solamente estaban despiertos los centinelas en sus torres. Ninguno de los tres pronunció palabra alguna mientras caminaban. Llegaron finalmente al edificio de deportes y entraron a la gran sala donde estaban la cancha de basketball y las graderías. 

 Ávila: Bueno muchachos, yo tengo que supervisarlos mientras cumplen el castigo. Ramírez, empiece a darle vueltas a la cancha trotando, González, usted espera aquí conmigo. Ramírez se puso a trotar de inmediato mientras Ávila y González lo observaban recostados contra una de las paredes del recinto. Ávila empezó a hablarle a González Ávila: Hace algo de frió hoy no González? González: Si señor   Ávila: Como le ha ido en estos meses en el batallón González: Bien señor todo ha estado bien Ávila: Le parece duro el entrenamiento físico? González: Mas o menos señor Pasaron unos momentos de silencio mientras los dos hombres observaban a Ramírez trotar. 

 Ávila: Hace cuanto conoce a Ramírez González: Hace unos 4 años señor Ávila: Y que tan bien lo conoce? González: Pues bien señor, somos amigos Ávila: Se ve que él hace mucho deporte no? González: Si, siempre ha sido futbolista Ávila: Y debe tener el cuerpo muy marcado González: Pues creo que si, el entreno lo mantiene en forma Ávila: Cree que si? Acaso no lo ha visto sin ropa? González: No señor Ávila: Y en las duchas? O es que ya no se duchan desnudos? González: Si señor pero no me fijo señor Ávila: Entonces salgamos de la duda, no le parece?....Ramírez!! Gritó Ávila Ávila: Ramírez, acérquese un momento. Ramírez se acercó trotando y jadeando a donde estaban los dos hombres, estaba un poco sudado. Ramírez: A sus ordenes señor Ávila: Ramírez, su compañero y yo queremos saber que tan marcado tiene el cuerpo, cree que podría trotar sin tanta ropa encima. Ramírez: No lo entiendo señor Ávila: No hay nada que entender Ramírez, queremos ver sus músculos simplemente. Ramírez: Me puedo quitar la camisa señor. Ávila: No, Usted no....González, desvista a Ramírez. González se quedó quieto, no entendió, le causó sorpresa lo que dijo Ávila. Ávila: No me oyó González? Desvista a Ramírez González se acercó a su compañero con algo de timidez. González: ya oíste al Teniente Ávila Felipe Ramírez: Si Ramírez levantó sus brazos y González le quitó la camiseta blanca dejando al descubierto el pecho marcado del joven soldado en el que rebotó su dije metálico de identidad, propio del ejercito. Sus abdominales aun se movían copiosamente por su respiración agitada y mostraban un poco de sudor. Su espalda estaba marcada, dividida en dos a la perfección y sus brazos se veían fuertes y bien trabajados. Finalmente, su cintura estrecha hacia que el torso de Ramírez fuera una V perfecta. Ávila observaba a los dos muchachos. Apenas González retiró la camiseta, Ramírez reanudó su trote. Ávila: Un momento Ramírez, yo ordené que lo desvistieran y veo que todavía tiene el pantalón y los zapatos. A ver González, termine la tarea. González camino nuevamente hacia su amigo y se arrodilló frente a este para desanudar los cordones de las botas, no entendía lo que pretendía Ávila pero sabia que los castigos en el ejercito podrían ser extraños. Ramírez, por su parte, miró con extrañeza a Ávila pero acató las ordenes. 

Cuando González hubo retirado las botas de Ramírez, siguió con las medias y se puso de pie frente a su amigo. Lo pensó un momento y puso sus manos sobre la riata de Ramírez, sintió la piel tibia de su abdomen y su respiración agitada. Desabrochó la riata y desabotonó los pantalones, finalmente bajó el cierre y bajó los pantalones de su amigo. Quedaron entonces descubiertas las firmes y tonificadas piernas del soldado. Estaban recubiertas por una leve capa de bellos dorados que se hacia solo un poco mas densa alrededor de su bulto para esconderse bajo sus pantaloncillos. Ávila lo miro desde abajo, llevando la mirada por sus musculosos pero delgados muslos hasta encontrarse con sus pantaloncillos ajustados. No eran boxers, tampoco pantaloncillos pequeños, eran bastante clásicos y a la vez sexys, de hecho, en Ramírez cualquier tipo de pantaloncillos se vería sexy. La línea de su plano abdomen bajo era interrumpida por su interesante bulto y, su espalda, terminando en su estrecha cintura, daba paso a un culo firme, ni grande ni pequeño, apenas el tamaño perfecto otorgado por años de ejercicio.

 Ambos jóvenes llevaron sus ojos a Ávila como preguntando con sus miradas si el soldado tendría que desnudarse totalmente. Ávila: Siga trotando Ramírez, la noche está fría. Ramírez reanudó su trote alrededor de la cancha de Basketball. González recogió la ropa de su compañero y la puso a su lado sobre el piso. 

 Ávila: Su amigo tiene un buen cuerpo, no me diga que ahora no se fijó. Gonzalez: Si señor, ahora si lo pude ver Ávila: Mírelo trotar González, mírelo mientras se aleja, mire como ningún músculo de su cuerpo se mueve de su sitio a pesar del movimiento de sus piernas. Lo ve González? González: Si señor lo estoy viendo Ávila: Mire como se marcan sus pantorrillas y todas sus piernas, y mire como su culo se mantiene firme, casi inmóvil. Lo esta viendo González?, es como si fuera de piedra. González: Si señor, estoy viendo – respondió González cada vez mas confundido- Ávila: No me diga que no se había fijado en eso antes González González: No señor, en realidad no me había fijado. Ávila emitió una leve risa y pasaron unos minutos de silencio, Ramírez seguía trotando en sus blancos pantaloncillos que empezaban a ser mojados por el sudor que bajaba por su abdomen y su espalda. Ávila: Y pensó que le iba a pedir que le quitara los pantaloncillos a Ramírez? González: Señor, como su orden fue desvestirlo, por eso lo pensé. Ávila: No se afane González...la noche es joven. 




 SEGUNDA PARTE 

 Habían transcurrido alrededor de 20 minutos desde que Ramírez estaba trotando en pantaloncillos. El cansancio empezaba a apoderarse de su cuerpo, al igual que la curiosidad por saber que es lo que pretendía Ávila con él y su compañero. El sudor corría por su definido pecho tropezando con su cadena, bajaba por su abdomen y era retenido por sus pantaloncillos blancos que empezaban a volverse transparentes por el efecto de la humedad. Sus pasos hacían eco en el vacío gimnasio del ejercito. Ávila y González seguían recostados en la pared observando como Ramírez completaba vuelta tras vuelta de su castigo. Ávila, que como siempre no expresaba ningún tipo de emoción, no podía quitar los ojos del cuerpo del muchacho. Cada vez que Ramírez se aproximaba, Ávila recorría su cuerpo de arriba abajo y detenía su mirada en el bulto que formaba el pene del joven. Y cuando el soldado se alejaba, no podía dejar de admirar la perfección de su húmeda espalda y, por supuesto, de su firme trasero. Por su parte, González no entendía que estaba sucediendo, acaso para él no habría castigo? Tenía las mismas dudas de su compañero respecto a lo que pretendía Ávila con ellos. Le parecían muy extrañas las exigencias del teniente. Eran muchas las dudas que González tenía pero guardaba silencio, había aprendido que en el ejercito solo se habla cuando se es autorizado a hacerlo. 

 Ávila: Yo creo que ya ha pasado suficiente tiempo no González? Dejamos descansar a Ramírez? González: Si señor, yo creo que si Ávila: Ramírez!!! – gritó Ávila – venga acá. Ramírez se acercó al tiempo que disminuía el ritmo de su trote y se detuvo ante los dos hombres. El cansancio hizo que se inclinara un poco al tiempo que apoyaba las manos en sus muslos y levantaba su cabeza para atender las ordenes de su superior. El sudor caía a chorros por su cara, su respiración era agitada. Ramírez: A sus ordenes señor Ávila: Yo creo que es suficiente trote, ya lo veo cansado, es mejor que se duche Ramírez: En ese caso, permiso señor, me retiro a las duchas. Ávila: No, no nos pida permiso que nosotros lo acompañamos...González, traiga las cosas de Ramírez. Los tres hombres ingresaron al cuarto de duchas, Ávila encendió la luz. El cuarto de duchas estaba conformado por dos secciones, una era una sala amplia con lockers y bancas para cambiarse. La sección que le seguía, y a la cual se accedía por un estrecho marco sin puerta, eran las duchas: veinte duchas ubicadas en las paredes donde los soldados se bañaban después de cada entrenamiento. 

 Ramírez: Bueno, con permiso señor, si ustedes van a estar aquí en las bancas yo sigo a las duchas. Ávila: Espérese Ramírez, usted se va a duchar con los pantaloncillos puestos o que? Ramírez: No, no señor, ya me los iba a quitar en la ducha. Ávila: De ninguna manera Ramírez, González le va a ayudar. Ramírez y González: Pero señor... Ávila: Ya me oyeron señores, recuerden que están castigados. González miró a Ramírez. El soldado no tuvo de otra que acercarse a su compañero y poner sus manos en su cintura, tomando el borde de los pantaloncillos. Lo volvió a mirar dejándole saber que ya los iba a bajar. Ramírez llevo entonces sus manos a su bulto por debajo de los pantaloncillos y abrió un poco las piernas. Lentamente, por la humedad de la prenda, González fue deslizando los pantaloncillos por las piernas de su compañero. Las manos de Ramírez cubrían su pene y sus testículos, pero se podía ver perfectamente como sus bellos aumentaban en numero alrededor de su oculta verga. Se notaba como los largos días de entreno al sol le habían bronceado su piel dejando una franja blanca justo debajo de los pantaloncillos. Ramírez levanto sus piernas para ayudar a González en la tarea de desnudarlo. Una vez hubo terminado, González tomo la prenda y retrocedió hasta quedar al lado del teniente. 

 Ávila: Ramírez, usted acaso piensa que no sabemos que es lo que cubre con las manos? Ramírez: No señor, es solo que... Ávila: Levante las manos Ramírez, como si estuviera detenido. Lentamente, descubrió su pene y con un gesto de resignación puso sus manos en alto. Ávila: Que opina ahora González, que tal le parece el cuerpo de su amigo El soldado permanecía en silencio. Ávila: González le estoy hablando González: Es un cuerpo trabajado señor – respondió el soldado con resignación Ávila: Es un muy buen cuerpo Ramírez! Se ve que usted es un buen atleta Ramírez González: Gracias señor – murmuró el joven solo para dar un respuesta. Ávila no podía contener la excitación de ver a Ramírez desnudo aunque no lo exteriorizara. Su perfecto cuerpo era opacado por su apetitosa verga. El tamaño ideal, levemente crecido por la presión de la sangre que había aumentado con el ejercicio. La cantidad de pelos perfecta. Las bolas del soldado colgaban a no mucha altura y el conjunto en general estaba excitando al teniente. Ávila: vaya dúchese Ramírez. Y mientras Ramírez caminaba a las duchas, Ávila pudo ver por fin su blanco culo moverse rítmicamente con sus pasos y sus piernas. Cada vez que apoyaba un pie, el glúteo correspondiente se marcaba. Cuanto desearía Ávila poder poner sus manos en esas jugosas nalgas, poder meter su verga por el culo de su subalterno. 

Ramírez era un adonis. Ávila: González, busque una toalla para su amigo, y vuelve. González: Si señor Ávila se paró entonces bajo el marco que comunicaba los lockers con las duchas. Ramírez que ya estaba bajo el agua de la ducha se percató que el teniente lo estaba observando de nuevo. Le dio la espalda y siguió duchándose tratando de ignorar la situación. González: Aquí está la toalla señor Ávila: Gracias González, párese aquí conmigo. Donde están los pantaloncillos de Ramírez? González: Aquí los tengo señor y su ropa esta en las bancas. Ávila: Páseme los pantaloncillos González le entregó la húmeda prenda a su superior. Ávila: Me decía que conoce muy bien a su amigo? González: Si señor, hace 4 años. Ávila: Se había fijado que es un hombre con un físico atractivo González: Si señor, siempre le ha ido bien con las mujeres Ávila: Bastante atractivo.... Pasaron unos segundos mientras Ávila veía a Ramírez ducharse. El soldado no quería moverse de la ducha hasta que el teniente se quitara de la puerta. A continuación Ávila hizo algo que solo González pudo ver y lo dejó bastante sorprendido: Ávila tomó los pantaloncillos húmedos de Ramírez y los abrió frente a si. Ubicó entonces la zona que daba justo contra su pene y los observó por un buen rato... Ávila: Acérquese González, huela esto Ávila le mostró los pantaloncillos de Ramírez, González: No señor, yo prefiero no oler Ávila: Huélalos González, conozca mejor a su amigo, conozca su esencia González: Señor... Ávila: Hágalo González esto queda entre nosotros González: Señor.. Ávila: González, no estoy bromeando... Resignado, González tomo los pantaloncillos de Ramírez y los llevo a su cara. Ávila: Aspire González González: Si señor El joven soldado aspiró el aroma de sudor de su amigo. Por un momento recibió la esencia de lo que son las partes intimas del sexy soldado. Aspiró, contuvo un poco la respiración y exhaló. Ávila: Si ve González, hay muchas formas de conocer a las personas, si usted creyó que conocía muy bien a su amigo, déjeme decirle que está equivocado. González estaba aun más confundido. Ávila: Ramírez, hasta que horas tendremos que esperarlo! Ramírez: Ya salgo señor Ávila: A ver Ramírez, me tocará enseñarle a ducharse, voltéese de frente Ramírez: Si señor – Ramírez se volteó, resignado a mostrar de nuevo su pene. Ávila: Enjabónese bien su pecho Ramírez, no recuerda todo lo que sudó? Ramírez: Si señor Ávila: Eso me gusta que ya no tenga vergüenza en mostrarse desnudo, a ver, no me diga que cuando se ducha no se enjabona las guevas. Hágalo! Ramírez: Si señor. Ávila: Pero enjabónese bien Ramírez, quiero ver que se haga un buen masaje en la verga y en las guevas, González me dice que usted sudó mucho en sus pantaloncillos!! El joven soldado se enjabonaba sus partes íntimas mientras el teniente lo observaba atentamente. 

Ávila disfrutaba del show que le estaba dando Ramírez. González trataba de mirar para otro lado aunque, a veces la curiosidad le hacia volver a mirar a su compañero. Ávila: Voltéese de espaldas Ramírez, enjuáguese un poco la cabeza. Ramírez: Si señor Ávila: Ramírez, quédese de espaldas, ahora González y yo queremos que se enjabone los pies...me oyó Ramírez? Pero no vaya a doblar sus piernas que se puede "lesionar" después del ejercicio, inclínese y estire sus brazos mejor. González: Si señor Resignado, el joven soldado inclinó su dorso hacia delante y estiró sus brazos, entendía perfectamente que quería Ávila, también lo entendía González. Ambos empezaron a preguntarse si Ávila tenia algún gusto por los hombres o si solamente los quería humillar como castigo. El tierno y blanco culo de Ramírez quedo expuesto a sus dos espectadores, Ávila estaba disfrutando aquella visión, González seguía mirando de reojo solamente. Ávila: González, esta viendo a su compañero? González: No señor Ávila: Pues mírelo González, sin pena, mírelo bien, no le parece bastante sugestiva esa pose? No le parece que si alguien quisiera podría disfrutar mucho del culo bien formado de su amigo? Mírelo bien González. González: Si señor Ávila: No se levante Ramírez, González quiero seguirlo viendo así. Ramírez: Si señor La escena no podría ser mas erótica. La parte trasera de las piernas de Ramírez se marcaba por la tensión de estar estriadas. Sus músculos se delineaban y parecían dos fuertes columnas que sostenían su firme y apetitoso culo. 

Ávila empezó a sentir como su pene crecía ante aquella imagen. Después de unos segundos... Ávila: Está bien Ramírez, termine ya de ducharse El joven soldado se incorporó nuevamente, se enjuagó el jabón de su cuerpo, cerró la llave del agua y caminó hacia González estirando la mano para que este le entregara la toalla.

 Ávila: Creo que no me han entendido como son las cosas hoy. González, usted tiene que ayudar a su amigo a secarse. González: Si señor. Los dos soldados no se opusieron, era inútil contradecir a Ávila. González empezó por secar el pelo de su amigo, pasando rápidamente por los hombros y los brazos. Después secó un poco de su abdomen y se agachó para pasar la toalla rápidamente por sus piernas. Ávila: Y usted cree que ya quedó seco su compañero?, séquelo bien González y no se olvide de las partes que él más se enjabonó Nuevamente Gonzáles recorrió el cuerpo de su amigo incluyendo, esta vez, un leve secado de sus glúteos. Ávila: González, no tengo mucha paciencia, le indicaré bien por última vez. Arrodíllese. Tome la toalla y empiece a secar el culo de su amigo – González empezó a seguir las instrucciones de Ávila -...eso muy bien...mas, quiero que quede rojo de tanto frotarlo con la toalla. González seguía sobando los glúteos de Ramírez con la toalla. Ávila: Separe las nalgas de su amigo González, también debe tener agua entre ellas. El joven soldado empezó a meter una de sus manos, envuelta con la toalla, entre las duras nalgas de su amigo. Sentía lo fuerte y apretado que era el culo del soldado, por un momento pensó que lo que dijo Ávila era cierto: alguien podría disfrutar mucho del culo de su amigo. Ávila: Muy bien González, suficiente en la parte de atrás. Ramírez, voltéese que González le va a secar la verga y las guevas.... Ramírez envolvió nuevamente sus manos con la toalla y, con un poco de timidez, empezó a trabajar en la verga de su compañero. Levantó su mirada buscando los ojos de Ramírez pero mas pudo la vergüenza de los dos jóvenes que inmediatamente los hizo evitar sus miradas. Ávila: Muy bien....veo que entendió...no creo que a su amigo, que está tan cansado, le moleste que alguien le ayude a secarse, o no Ramírez? Ramírez: No...no señor Ávila: Eso es González, seque bien las guevas de Ramírez, muy bien. Termine con los pelos de la verga de su amigo González y baje por las piernas, ya es suficiente. El joven soldado terminó de "secar" a su amigo y se puso de pie. González: Ya terminamos por hoy señor? Ávila: No, no hemos terminado. 

Ramírez no se vista, si quiere cúbrase con la toalla. González traiga las cosas de Ramírez y síganme al deposito de materiales. Quiero escuchar la versión de ustedes sobre la falta disciplinaria que cometieron hoy.

 TERCERA PARTE 

 El depósito de materiales era una gran bodega atravesada por estantes donde se encontraban en perfecto orden todos los implementos para las prácticas deportivas. En una esquina había una mesa con dos asientos que utilizaba el encargado del depóisito para sus labores diarias. Ávila indicó a los muchachos que siguieran hasta aquella esquina. Ávila: Siéntense señores. Ávila permaneció de pie frente a ellos. Ávila: Alguno de ustedes sabe por que están cumpliendo este castigo? Ramírez: Yo lo se señor – dijo Ramírez en un acto de valor Ávila: Lo escucho. Ramírez: Hoy estuvieron revisando nuestros armarios en los dormitorios y...en los nuestros encontraron material prohibido. Ávila: Continúe Ramírez, recuérdeme que tipo de material era ese. Ramírez: Material pornográfico señor Ávila: Quiere ser mas explícito? Ramírez: Revistas con mujeres desnudas señor. Ávila: Solo desnudas...? Ramírez: Si...solo desnudas – respondió Ramírez en un tono poco convincente. Ávila tomó el sobre que tenía en su bolsillo y de su interior sacó una de las revistas decomisadas a los muchachos. Buscó una página que previamente había visto y lanzó la revista abierta sobre el escritorio. La página que Ávila buscó contenía una foto con dos mujeres teniendo relaciones sexuales. Ávila: Usted que opina González, esto es solo nudismo? González: No, no señor...Se que cometimos un error señor y por eso ofrecemos disculpas. Ávila: Esto no se trata de disculpas González. Esto es el ejercito. Hay faltas y se corrigen con castigos. González: Si señor Ávila: Y alguno de ustedes puede explicarme que los impulsó a traer ese material prohibido que evidentemente los distrae de sus actividades? Los muchachos permanecieron en silencio. 

 Ávila: A ver Ramírez, por que no me cuenta usted, que era el que mas revistas tenía? Ramírez: Señor...verá...a veces la soledad...y los días que uno lleva dentro del batallón... Ávila: Continúe! Ramírez: Uno se ve obligado a descargar los impulsos señor. Ávila: Entonces resulta que ahora ustedes están llenos de testosterona...Me parece válido su argumento Ramírez. Pero no justifica su acción. Sin embargo, voy a ayudarle a descargar sus impulsos como usted lo llama. Y mirando a González, Ávila ordenó: Ávila: González! reciba la toalla de su compañero. Ramírez: Señor, otra vez me quedaría desnudo. Ávila: Escúchenme bien, yo podría ponerles un castigo duro o uno mas llevadero como el que tengo en mente. Recuerden que de su cooperación depende que esta falta no quede registrada en sus expedientes señores....Entréguele la toalla a su amigo. Ramírez se incorporó retirando la toalla de su cuerpo y se la entregó a González. Ávila: Muy bien Ramírez – le dijo Ávila tirando la revista sobre sus piernas – aquí tiene el material, mastúrbese! Ramírez: Pero señor yo...yo no puedo hacer eso... Ávila: Coopere Ramírez, coopere y todos salimos ganando...libere sus impulsos! González estaba aterrado, solo guardaba silencio. 

Ramírez lo miró desconcertado como buscando apoyo con su mirada. González solo recogió sus hombros en señal de resignación. Ramírez entendió que entre mas rápido iniciara, mas rápido acabaría todo. Con desgano llevó una mano a su pene y empezó a sobarlo buscando una erección. Sabía que le iba a ser difícil conseguirla, estaba muy tensionado y carecía de la privacidad necesaria. Acudió entonces a la revista, trató de pensar que no había nadie a su alrededor y observó las fotografías mientras seguía sobando su pene con algo de fuerza para un mayor estimulo. Ávila: Eso está bien Ramírez, eso está bien. Siga sobándose. Pasaron unos minutos en los que Ramírez no lograba más que un leve crecimiento de su pene. No podía concentrarse y, por supuesto, no podía masturbarse. Ramírez: No señor, lo siento, no puedo. Ávila: Por que no puede Ramírez? Ramírez: Señor, no logro concentrarme y conseguir una erección Ávila: Esta bien Ramírez, vaya ubíquese detrás de uno de los estantes y concéntrese hasta que se le pare, trate de no demorarse. Ramirez caminó y se ocultó. Pudo estar mas tranquilo. Había llevado la revista con él. Pensó que todo lo que necesitaba era hacerse una buena paja y poder ir a dormir, no sería tan difícil el castigo después de todo. Con la ayuda de las fotos, de su imaginación y de sus manos, Ramírez consiguió que su pene finalmente se despertara y lograra una erección bastante aceptable, justo lo que necesitaba. González y Ávila esperaron en silencio. Ávila: Que pasó Ramírez, ya pudo concentrarse? Ramírez: 

Ramírez no respondió, solamente salió de detrás del estante con su pene en la mano (en parte para cubrirlo y en parte para seguir estimulándolo) Ávila: Siéntese Ramírez, veo que logró lo que se le pedía. Ramírez: Si señor, ya me puedo retirar? Ávila: Ramírez, yo le pedí que se masturbara y lo único que ha hecho es conseguir una erección. Ramírez: Pero señor yo no puedo masturbarme en frente de ustedes. Ávila: Perfecto, lo entiendo, no se preocupe. Ramírez: González, encárguese de masturbar a Ramírez. Ramírez: Pero señor eso sería... González: Señor yo no puedo hacer eso.... Ávila: González ya me oyó – respondió Ávila en un tono fuerte – o cooperan o nunca terminaremos con este castigo. González miro a Ramírez con un gesto de resignación (sentimiento habitual entre los muchachos esa noche). Ramírez retiró su mano de su latiente pene que había perdido solo algo de su erección y abrió un poco sus piernas facilitando el acceso de la mano de su amigo. González llevó su mano lentamente al pene del soldado y por un momento dudo en tomarlo. Finalmente se decidió y lo rodeó con dos dedos, como formando un anillo. Ávila: Así se masturba usted González? Cójalo todo, sin asco! González tomo el pene de su amigo y entendió que entre más tardara en obedecer a Ávila, mas se duraría el castigo. 

 Ávila: Masturbe a su amigo, con fuerza! González sintió el tibio pene de su amigo, era una sensación extraña, era como masturbarse a si mismo pero sin recibir ningun estímulo. Nunca pensó que iba a tocar a su amigo de esa forma pero entendió que debía usar cierta destreza para proporcionarle el placer que necesitaba. Entre más rápido llegara el orgasmo de Ramírez, mas rápido saldrían de allí. Ramírez inclinó su cabeza hacia el techo en un intento por no pensar en lo que estaba pasando, así podría estar tranquilo y procurar un orgasmo o, al menos, no perder su erección. 

El joven soldado estaba aplicando bastante fuerza en su mano y mantenía un movimiento rítmico ágil. Ávila observaba toda la escena extasiado pero guardando su compostura. Pasaron unos minutos durante los cuales Ramírez suspiraba tratando de ahogar su respiración agitada, por vergüenza con González. Tragaba saliva y su pene estaba lubricando un poco, mojando la mano de su amigo y produciendo un sonido con el movimiento. No dejaba de mirar al techo. En un momento logró concentrarse y estuvo cerca del camino al orgasmo, pero perdió la concentración. Ramírez: No señor, no puedo terminar Dijo Ramírez levantando de nuevo su cabeza y mirando a Ávila. González retiró su mano. 

 Ávila: Que pasa Ramírez, Ávila no lo hace bien? Ramírez: No señor, es solo que él es mi amigo y... Ávila: Yo pienso que es cuestión de estímulo Ramírez, póngase de pie! – el soldado obedeció – párese de frente a la mesa y apoye una mano...con la otra tome su pene...ahora empiece a masturbarse. González, párese detrás de Ramírez. González: Si señor. Ávila: Abra sus piernas un poco Ramírez...González, pase sus manos por el culo de su amigo. Ramírez cerró los ojos al escuchar a Ávila, sabía que era inútil oponerse. González también lo sabía. Llevó sus manos al cuerpo de Ramírez y las puso lentamente sobre sus glúteos. Ávila: No me entiende González, abra las nalgas de su compañero y acaríciele su culo, su ano, eso lo estimulará. Usted siga masturbándose Ramírez. González obedeció. Con una mano separó las nalgas de su amigo y con la otra empezó a masajear su ano. Ramírez sintió un estimulo, efectivamente. No el que hubiera deseado, pero sí una sensación que le ayudó a fortalecer aun más su pene y a acelerar la llegada de su orgasmo. 

 Ávila: Espero que eso le esté ayudando Ramírez, no se olvide de avisarme cuando este a punto de venirse. Los muchachos siguieron en la misma pose. Ávila le indicaba a González que frotara el ano de Ramírez con sus dedos, que hiciera círculos en él y de vez en cuando pasara toda su mano por entre las nalgas de su amigo. Ramírez seguía con los ojos cerrados y sentía los estímulos de su amigo. Empezó a suspirar a tensionar sus músculos. Ramírez: Ya casi...señor. Ávila: Muy bien, deténgase Ramírez El soldado soltó su dura verga, ya estaba lubricando, había mojado toda su mano con presemen. Ramírez se incorporó y miró a González. Su amigo bajó la mirada. Ávila: González, ponga su uniforme sobre esa silla. Ramírez pensó que ahora sería su turno para hacerle lo mismo a González. El joven soldado se deshizo de su camiseta y de su pantalón revelando un cuerpo pronunciado. Ávila no quitaba su mirada de encima. Su pecho, sus piernas, su abdomen, su espalda, todo era compacto. Un torso fuerte y viril sostenido por dos piernas que más bien parecían columnas: delgadas y fuertes. Sus partes íntimas estaban cubiertas por unos pantaloncillos similares a los de Ramírez. Eran los pantaloncillos oficiales del uniforme del ejercito y ayudaban a resaltar el bulto que formaba el pene del soldado y a sostener sus duros glúteos. Cuando iba a retirar sus pantaloncillos, Ávila le ordenó quedarse con ellos. Ávila: Muy bien, muy bien, veo que usted tiene un cuerpo incluso mejor que el de su amigo. Usted que opina Ramírez? Ramírez: Si señor, se ve más marcado – respondió Ramírez en voz baja Ávila: Que bien...Bueno, señores párense uno frente al otro – los muchachos obedecieron – Que bien, ahora quiero que se den un abrazo de amigos, vamos. - Los dos soldados se dieron un abrazo bastante flojo, solo poniendo sus manos en los hombros del otro – No señores, me refiero a un abrazo de verdaderos amigos, con fuerza, sientan su piel señores, sientan sus brazos, sus músculos...eso muy bien, con fuerza – decía Ávila mientras los muchachos seguían sus instrucciones. – Que bien .

 Bueno, ahora sin separarse mucho, mírense a los ojos...cada uno mire profundamente a su amigo. Mírense fijo a los ojos...Ahora González, pruebe los labios de su amigo. González miro a Ávila con desconcierto. Ávila: Vamos González! no tenemos toda la noche. Ramírez, abra un poco su boca, no me digan que nunca han dado un beso, vamos, vamos que no quiero que Ramírez pierda su erección. Los dos soldados empezaron a besarse torpemente. Cerraron sus ojos para evitar la vergüenza y juntaron sus labios, inmóviles, sin gusto. Ávila: Muy bien, ahora quiero que cada uno lleve su mano al pene del otro – los soldados obedecían – no dejen de besarse, muy bien, están haciéndolo muy bien. González, con fuerza en el pene de Ramírez! no quiero que pierda la erección. Ramírez, usted meta su mano por los pantaloncillos de González, acarícielo bien. Eso es muchachos. Pasaron unos minutos de esa forma hasta que Ávila volvió a interrumpir. 

 Ávila: Muy bien, muy bien. Ahora González, arrodíllese frente a su amigo – González obedeció – que bien, tome firmemente su verga y acaríciela. González tomó la verga de Ramírez y la siguió sobando. Ávila: Bueno González, ahora dele una probadita, dígame a que le sabe González: Pero señor, yo no puedo... – respondió González tratando de ponerse de pie, pero fue interrumpido por Ávila quien puso una mano en su hombro para obligarlo a arrodillarse nuevamente. Ávila: Ya me oyó González, no le estoy pidiendo un favor, arrodíllese, llévesela a la boca e imagínese que es un bon bon. González cerró nuevamente sus ojos, y tratando de pensar en otra cosa cubrió con su boca el glande de Ramírez, este conservaba su erección y no pudo evitar sentir un leve y contradictorio placer ante la tibia boca de su amigo. Ávila: Muy bien González, pruébela más, métasela más González se esforzaba por complacer a Ávila y así poder irse pronto, sin embargo, su obvia inexperiencia hizo que se sintiera ahogado y retrocedió su cabeza tosiendo. Ávila: Tranquilo González, tranquilo, eso siempre pasa la primera vez.

Dígame, a que le supo? Ramírez: A nada señor – respondía González mientras tosía. Ávila: Eso es González, no tiene ningún sabor, pero ya le empezará a gustar. Ramírez seguía de pie con su pene en erección. Ávila: González, necesitamos que Ramírez termine, párese detrás de él por favor – González obedeció – Muy bien, ahora quiero que tome el pene de su amigo y lo empiece a masturbar...muy bien, con fuerza González, queremos que Ramírez riegue toda su carga sobre la mesa....ahora quiero que lo estimule como lo estaba haciendo antes, pero ya no con su mano, sino con su bulto. Pegue bien su bulto al culo de Ramírez y sóbelo para que él se estimule González. Los muchachos siguieron las indicaciones de Ávila. Los estímulos en su pene y en su ano, sumados a la corta e inexperta sesión de sexo oral que le había dado González, fueron suficientes para que Ramírez llegara al orgasmo. Sin avisarle a su compañero y tensionando todos sus músculos, Ramírez emitió un gemido que trató de ahogar por vergüenza, y empezó a disparar su semen sobre la mesa. Ávila: Que bien Ramírez siga...no deje de masturbarlo González, ayúdelo! González seguía masturbando a su amigo al tiempo que oprimía mas su bulto en su culo. Varias cargas de semen disparó Ramírez sobre la mesa, quedando exhausto y lleno de sudor. González tenía su mano inundada de semen. Soltó finalmente la verga de su amigo y los jóvenes separaron sus cuerpos. González limpió el semen de su mano en la ropa de Ramírez. Ávila: Muy bien muchacho, muy bien, fue un buen orgasmo, veo una buena cantidad de semen. Usted también lo hizo muy bien González. Lo felicito. Ramírez se sentó exhausto en la silla, su pene empezó a perder tamaño y se sentía mas tranquilo ahora que creía que había cumplido con su castigo. 

 CUARTA PARTE 

 Ramírez creía haber cumplido su castigo, tanto él como su amigo habían realizado actos que nunca pensaron que llegarían hacer. Ramírez: Ya me puedo ir señor? Ávila: No Ramírez, no es bueno que ande por allí solo, espérenos un momento, su amigo y yo estamos por terminar, además...usted nos puede ayudar. González miró a Ávila con desconcierto. Ávila acomodó una de las sillas frente a la de Ramírez y se sentó. Ávila: Venga González, párese al frente mío El soldado obedeció y se puso de pie frente a Ávila. El bulto del joven quedó a la altura de la cara de su superior. Ávila: Ahora me toca a mi ayudarle – dijo Ávila mientras levantó su mirada hacia González y le sonrió. Ávila empezó por acariciar el bien formado abdomen del soldado. Paso sus manos por su cintura y llegó a sus pantaloncillos. González inclinó su cara hacia el techo, se imaginó lo que seguía. Ávila puso sus manos en la espalda baja del muchacho y las deslizó hasta tocar su culo dentro de los pantaloncillos. Posteriormente, deslizó la prenda por las piernas del soldado llevándola hasta el piso y desnudándolo. Levantó de nuevo su mirada y se encontró con la verga dormida del joven. Sin pensarlo dos veces empezó a lamer alrededor de la misma. Lamió la base del pene y lamió el escroto dedicando un tiempo a cada una de las güevas del muchacho. Ramírez no podía creer lo que estaba viendo: Ávila definitivamente tenía un gusto por los hombres. Obligarlos a tener sexo no había sido un castigo, él lo disfrutaba. Ávila: Si González, a usted le está yendo mejor. Y todavía faltan cosas aun mejores – le decía Ávila mientras lamía la zona de su pene. Ávila volvió a llevar sus manos por el torso y las piernas del muchacho. Aprovechaba también para darle una caricia en el culo. 

De repente, levantó con una mano la dormida verga de González, la llevó a su boca y empezó a mamarla. González no tenía una erección, por lo que Ávila podía tragarse toda su verga. El joven miraba hacia el techo mientras empezaba a recibir los estímulos del sexo oral. De vez en cuando miraba también a su compañero quien no salía de su asombro. Ávila empezó a acariciar los glúteos del muchacho mientras le seguía practicando sexo oral. La excitación del Teniente iba en aumento, hasta el momento se había controlado pero ahora no podía esconder las ganas que tenía de formar parte del "castigo" que él se había inventado. El tiempo transcurrió y el cuerpo de González no pudo ignorar más los estímulos que producía en su pene la boca de Ávila. Lentamente empezó a experimentar una erección mientras su respiración se fue agitando. Ávila: Que bueno que ya le esté gustando González. El joven soldado no era de madera al fin y al cabo y, tras una mamada como bien las sabia dar Ávila, su pene alcanzó un gran tamaño. Ahora Ávila no podía tragar toda su verga, pero con una mano tomaba la parte que se quedaba por fuera y la compensaba con leves caricias de masturbación. El soldado recibió la mamada por un bueno tiempo hasta que Ávila decidió que era suficiente. Ávila: Siéntese aquí González – le indicó Ávila señalándole sus propias piernas. El soldado obedeció y se sentó sobre Ávila. Este tomó entonces la verga del joven y empezó a masturbarlo al mismo tiempo que lamía su espalda. La verga del teniente estaba dura ante tanto morbo y sobaba su bulto en el culo del muchacho. González seguía sintiendo el placer provocado por la mano fuerte y las técnicas eróticas de Ávila. 

 Ávila: Le gusta González? – el soldado no respondía – Le gusta?, tiene la verga muy dura ya. Respóndame, le gusta? – gritó Ávila. González: Si, si señor me gusta – respondió González por complacer a Ávila solamente. Ávila: Ramírez, acérquese – Ramírez se levantó de su silla y caminó hacia los dos hombres – Venga para acá Ramírez, acérquese a mi. –El soldado se paró junto a Ávila – Agáchese un poco. Cuando Ramírez se inclinó hacia Ávila, este lo rodeó por la nuca con un brazo y lo trajo hacia sí poniendo su boca en la del soldado. Ramírez intentó resistirse por el impacto pero terminó por resignarse. Ávila besó a Ramírez con pasión, llevando su lengua por toda la boca del soldado. Succionando la lengua del joven y buscando que este le correspondiera, pero Ramírez se limitaba a mantener su boca abierta. Ávila: Ramírez párese frente a González, pero dándole al espalda – dijo Ávila tras terminar de besarlo. 

 El soldado caminó al frente de González y se paró mirando hacia la pared. Ávila: González, tome de nuevo el culo de Ramírez, necesito que me ayude – González obedeció las ordenes mientras Ávila le seguía masturbando – Separe las nalgas de Ramírez – eso hizo el soldado dejando al descubierto el ano de su amigo – Muy bien, ahora empiece a lamerlo González, necesito que me ayude a preparar a Ramírez. Ambos jóvenes se quedaron inmóviles antes las instrucciones de Ávila. Ávila: Cooperen señores, después de esto no los molestaré más. González acercó su cara a las nalgas de su amigo, lo hizo con repulsión. Abrió su boca, sacó su lengua y la llevó al ano de su amigo empezando a lamerlo. Ávila empujó la cabeza de González en el culo de Ramírez y el primero empezó a lamer con mas intensidad, no le quedaba otro remedio. La escena continuó por unos momentos. 

Ávila masturbaba a González y le sobaba su duro bulto en el culo. González, sentado en las piernas de Ávila, recibía una paja y lubricaba con su saliva el ano de Ramírez. Ávila: Muy bien González, levántese. – Ávila también se puso de pie – Ramírez vuelva a apoyar las manos sobre la mesa y abra las piernas. Ramírez: Si señor Ávila: González arrodíllese, baje mis pantalones y saque mi verga. El soldado siguió las instrucciones de Ávila mientras su superior empezó a masajear el ano de Ramírez con sus dedos y le decía: Ávila: Tiene que relajarse Ramírez, no le va a doler, trate de disfrutarlo. González bajó los pantalones de Ávila dejando al descubierto su enorme bulto con su verga dura. Ávila tenía un cuerpo muy bien trabajado, su piernas eran fuertes, su torso definido y atlético. Ávila: González, saque mi verga, necesito que me la lubrique González: No entiendo señor Ávila: Necesito que me la mame González!!!, que me la moje bien con su saliva – gritó Ávila González accedió y bajó los pantaloncillos de Ávila. Su verga se liberó de la presión rebotando. González la cogió, la miró por un momento y cerrando sus ojos la llevó a su boca, imporivsando una sesión de sexo oral para su superior. 

 Ávila: Si González, siga, no lo hace nada mal. Siga! Pasaron unos segundos hasta que Ávila sintió que estaba bien lubricado y el culo de Ramírez estaba bien abierto tras el masaje que le había dado. Ávila: Muy bien González, deje de mamar. Está listo Ramírez? Ramírez: Si señor – respondió el soldado en voz baja. Ávila llevó su verga mojada hasta el ano de Ramírez. Ávila: Abra más las piernas. González, separe las nalgas de su amigo! Tomando su fuerte verga con una mano, puso el glande en el ano del soldado y empezó a empujar suavemente. Sin detenerse fue metiendo milímetro a milímetro toda su verga en el virgen ano del joven que fruncía su cara ante el dolor que sentía. 

Ávila lo hizo suavemente, muy despacio hasta que la entró toda. Sintió como el ano del soldado abrazaba su verga. Sintió el calor del cuerpo del virgen muchacho. Sintió un placer enorme al poder disfrutar de ese culo que con tanto morbo había observado toda la noche y sintió los deseos de tener un orgasmo en él. Empezó a mover sus caderas con fuerza mientras Ramírez gemía por el dolor. Ávila: Tranquilo Ramírez, ya va a pasar el dolor. González se había retirado un poco y observaba la escena. Ávila movía sus caderas cada vez mas rápido y Ramírez se quejaba menos. El joven soldado estaba experimentando ahora un leve placer en su cuerpo. Los estímulos estaban logrando que su pene se endureciera contra su voluntad. Ávila acariciaba su espalda y tocaba su cara, pasaba sus manos por sus piernas, por todas partes. 

 Ávila: Si Ramírez, que rico, si... – le decía. La respiración de los dos hombres era entrecortada. González estaba aterrado ante lo que esteba presenciando. Ávila: González acérquese – el soldado caminó hacia ellos – mastúrbese González, usted también tiene que disfrutar. González tomó su pene, que ya había perdido la mitad de su tamaño, y trató de revivirlo. No fue fácil pero logró una erección nuevamente y empezó a masturbarse rítmicamente, en forma. Ávila: Mas rápido González, quiero que se venga antes que yo. El joven soldado cerró sus ojos para concentrarse, y recordó mil imágenes eróticas en un segundo. Pasaron unos momentos de silencio, de gemidos de placer emitidos por Ávila y de suspiros de placer y dolor retenidos por los muchachos. Despues de unos minutos, González sintió que llegaba el momento de su orgamo. Apretando fuertemente su verga y tensionando su cuerpo, consiguió entrar en el camino del placer final. 

 Ávila: Eso es González, siga masturbándose. Ramirez, me encanta su culo, que rico... Llegó el momento para González, tras casi torturar su verga, consiguió eyacular salpicando su abdomen, su mano y el piso. Ávila estaba extasiado ante la visión del joven teniendo un orgasmo y su cara de satisfacción. Seguía penetrando a Ramírez y estaba a punto del orgasmo también. Pasaron unos momentos hasta que sintió que su verga necesitaba desalojar el semen contenido en sus guevas. Abrazó fuertemente a Ramírez, hundió su verga con todas sus fuerzas en su joven culo y derramó su semen en las entrañas del muchacho. Ramírez sintió como el pene de Ávila palpitaba en su interior, sintió las cargas de leche que le disparó, fueron varias. No se lo explicaba pero había sentido un placer netamente físico durante la penetración, su pene incluso alcanzó una semi erección ante los estímulos en su ano, asi su mente no lo deseara. Ávila vivió todo el placer en el culo del joven muchacho. Se mantuvo inmovil, uniendo su cuerpo al de Ramírez hasta que sintió que todo había pasado. Lentamente, retiró su verga al mismo tiempo que se secaba el sudor de su frente. Ramírez empezó a perder su erección en ese momento. González detuvo su masturbación. 

 Ávila: Señores, han cumplido su castigo, pueden vestirse, limpien todo por favor – ordenó Ávila jadeante. González limpió el semen de su mano regándolo en su cuerpo y con su ropa limpió el que había salpicado en el suelo. Ramírez empezó a vestirse sin mirar a ninguno a los ojos. Ávila se acomodó sus pantaloncillos y su pantalón. 

 Ávila: Muy bien señores, ya han pagado la falta. Ahora pueden irse a descansar y espero que esto no vaya a salir de nosotros tres. Es mejor que seamos discretos. Ramírez: Si señor Ávila: Y no se preocupen, pueden seguir trayendo sus revistas...eso si, algún día los buscaré para que entre los tres volvamos a calmar nuestros impulsos jaja. FIN 

Les agradezco por haber leído mi relato y me gustaría escuchar sus comentarios. 
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